La vida, es un continuo repetir de rituales, aun para los que los niegan y deciden vivir a su “bola”, tal vez sea porque nuestra educación social se basa en la repetición de muchos actos; según lo veo, hasta tomar una taza de café mirando por la ventana de un piso mientras ves encender las luces de tus vecinos, es un ritual personal y único.
Mi vida oscila como la de todos los solitarios, entre seguirlos a todos o negarlos completamente, permitiéndome sentir por momentos que mi libertad es mayor, aun a costa de mi seguridad. Pero curiosamente lo que más disfruto son los momentos rituales, aquellos que forman parte de el ser que soy y me identifican.
Pero hay uno, que por extraño que parezca, no marco yo, no lo decido, es casi que lo deseo y sin embargo no depende de mí, es mi favorito.
Se trata del momento de la mañana, cuando ya me bebí mi café, comí fruta, la tostada integral, enciendo el ordenador, la televisión deja llegar las noticias, todo forma parte pero no es lo importante. Espero que suceda ya dije que no es mi decisión, depende de otro ser. Así que espero con la ansiedad de un pequeño ante la inminente llegada de su chuchería favorita.
Y de pronto sucede , la perra que lleva 7 años conmigo decide que es momento de dejarse querer por mí , me permite los mimos mañaneros , primero solicita de forma graciosa sentarse en mi regazo, como si estirara su cuerpecito , sabiendo esto , me niego un poco , no hay sitio digo ,pero ella que ya me conoce , pone sus ojitos tiernos y me mira , creo que las dos sabemos que acabare rindiéndome a sus encantos. Así que acaba como un rosco entre el portátil y yo, con la cara apoyada en la mesa mirando, mirando todo lo que hago hasta que se duerme, no dura mucho este estado de paz, pero lo disfruto como ninguno. Seguro en un momento se despertara o decidirá que ya está bien, bajara de mis piernas e irá a su lugar, pero no por eso, dejo de necesitarlo y sentirlo a tope.
A menudo vivo preocupada por los finales, sin darme cuenta de que algunos rituales, tienen comienzos tan hermosos que los hacen deseables e iluminan tu vida, aunque vengan disfrazados de pequeñas rutinas.